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martes, 15 de marzo de 2011

MURIO DAVID VIÑAS



MURIO DAVID VIÑAS
Por Carlos Dearma / “El Ultimo Argentino del siglo XX”: David Viñas (1927-2011) Así se titula el ultimo numero del suplemento cultural Radar que acompaña la edición del diario Pagina/ 12 del domingo 13 de marzo de 2011. Que lo introduce de esta manera: “Su trayectoria atraviesa la historia cultural argentina de la segunda mitad del siglo XX: después de formarse en el Liceo Militar y presidir la FUBA, fue uno de los fundadores de Contorno, la revista iconoclasta de los ’50 que se enfrentó al grupo Sur. Ganó el Premio Nacional con Dar la cara (1956), la primera de las novelas con las que reflexionaría sobre la historia y la ideología nacional. Su ensayo en dos tomos Literatura argentina y realidad política (1964) cambió la manera de entender la crítica literaria en el país. Se exilió durante la dictadura que secuestró y desapareció a sus dos hijos. Durante la democracia, sus clases en la Facultad de Letras fueron memorables para casi todos los que pasaron por ellas. En los ’90, acuñó el término “menemato” y ganó y rechazó la Beca Guggenheim. Polemista furibundo de la vida pública, además de ensayista, dramaturgo y escritor, David Viñas (1927-2011) ejerció durante cincuenta años su rol de intelectual en la primera fila de la batalla de las ideas”.

Seguramente con Viñas se va uno de los últimos intelectuales, con mayúsculas, de la Argentina. Tuve la oportunidad de conocerlo cuando era estudiante del profesorado y visitarlo, junto con mis compañeros Ricardo Devito, Javier Duranti y Diego Fernández, en su casa del Barrio de Constitución en Bs As. El motivo de la visita fue la realización de un documental: “Pocos héroes, muchas tumbas” que nos tiene a todos como responsables (corría el año 1998 y el menemato parecía eterno) casi cuando apenas nos presentamos nos pregunto con mucha seriedad: “¿De que quieren hablar? ¿De Menem?”.
El gran tema del documental es el rol del intelectual y la dictadura militar (1976-1983), y David fue nuestro segundo entrevistado: llegamos a él gracias a la bondad infinita de Osvaldo Bayer (otro de los pesos pesado de la intelectualidad argentina). La impresión que nos dejo fue profunda, tanto que es el mismo Viñas el que da comienzo a nuestro documental. No podré olvidarme nunca de sus primeras palabras ni bien comenzó a rodar la cámara… “Dictaduras en este país hubo siempre, el poder fue siempre de los burgueses” es que David es uno de los pocos que con justicia puede llevarse a la tumba el titulo de intelectual, el intelectual comprometido con la realidad de su tiempo. Un tipo fundamental.
En 1981, la legendaria revista francesa Les Temps Modernes, fundada por Jean-Paul Sartre, consagró su número 420 a la Argentina bajo el título “Argentina entre populismo y militarismo”. En aquel entonces, David Viñas firmó este artículo con el seudónimo Antonio J. Cairo. En 2006, La Biblioteca, la revista de la Biblioteca Nacional (que ahora dirige Horacio González el mismo de la polémica con Vargas Llosa y también otro de los entrevistados en “Pocos héroes, muchas tumbas”), lo publicó por primera vez en castellano. Ahora lo reproduzco para que llegue a todos ustedes. Se llama Borges y Perón.


Borges y Perón

Por David Viñas
Sus diferencias son conocidas. Por eso mismo yo querría destacar sus parecidos; en sus escritos creo que podría encontrarse, en principio, una misma exclusión de la historia, que se manifiesta mediante la negación de la lucha de clases en Perón y en una literatura analgésica en Borges. En uno y en otro se asiste a una evacuación del sufrimiento y del drama inherentes a la vida cotidiana: evacuación que resulta, en el texto borgeano, de su oposición al “Centro” trágico y deslumbrante, y en los documentos de Perón, de su necesidad de borrar todo lo que implica un cuestionamiento. Porque si los escritos de Borges no reconocen a sus lectores sino que los inmovilizan, el discurso de Perón no incorpora a sus mejores colaboradores sino que los fija. Y si el movimiento esencial de Borges se orienta hacia el ruego, el de Perón se especializa en las órdenes. Uno y otro, me parece, instauran un espacio vertical, de arriba hacia abajo y a la inversa, que poco a poco excluye toda dimensión horizontal: incapaz de hacer que una comunidad se respete incluso después de haber visto sus propias miserias, ambos prefieren –cada uno según los valores y con un objetivo diferentes– que esta comunidad continúe ignorándolos.
En otro aspecto –el empleo de las palabras– me parece útil establecer sus lazos de parentesco recíprocos con el Leopoldo Lugones de los años ‘20: cuando Perón dice “muchachos”, está impregnado del Elogio de la espada pronunciado por Lugones en 1924 en ocasión del centenario de la batalla de Ayacucho; cada vez que Borges emplea el término peyorativo “muchachones”, está retomando los semitonos de Lugones de La Patria fuerte.
Podrían incluso establecerse similitudes en virtud de una cronología “generacional” previsible, de climas familiares comparables y de una historia compartida desde la Semana Trágica de Buenos Aires en 1919 hasta los años de la Década Infame (1933-1943).
Verdadera matriz que conformó a los dos hombres en el período que precedió a su eclosión respectiva, sobre todo si se tiene en cuenta la influencia decisiva de la presidencia del general Justo (1932-1938), “tío” de Perón y mecenas de Borges.
Pero en realidad es el parentesco de símbolos entre Borges y Perón lo que me interesa particularmente. Símbolos poderosos: concentración de la línea elitista-liberal en Borges, encarnación de la corriente nacional-populista en Perón. Sobre todo en relación con los dos sectores de Argentina: la clase media liberal y la clase media populista, cuyas connotaciones preferidas son el doctor Houssay, el hombre que habló en La Sorbona y polo sacralizado por la tendencia liberal-elitista, y el tango trivializado, el Viejo Vizcacha y un Gardel de opereta para la franja nacional-populista. Dos sectores que, si se enfrentan en su adhesión, uno a Borges, otro a Perón, a menudo se intersectan y se ponen de acuerdo: en especial cuando se trata de exaltar el símbolo de una vieja Argentina de virtudes patriarcales tranquilizadoras y estereotipadas.
Sucede que el verticalismo al que me refería –tanto el de Perón como el de Borges– acarrea, tanto en los liberales-elitistas como en los nacionalistas-populistas, una adhesión exenta de crítica, incondicional en la mayoría de los casos; eclesiástica, diría. Y con ella todo lo que suponen el star system y el star cult: filisteísmo, identificación y proyección inmovilizadoras, autosatisfacción, incondicionalidad. Herencia a lo sumo, no apuesta.
Podría decirse, para intentar comprender un poco mejor, que Borges y Perón “son dos burgueses”. Dos grandes burgueses. Y si se quiere, los dos burgueses más célebres que haya producido la Argentina. Que con ellos culminan la literatura y la política concebidas en el núcleo programático inicial de 1845, dado que Perón y Borges –a pesar (y a causa) de sus contradicciones y sus matices– son la concreción perfecta de esta conciencia posible.
Lo que quiero decir es que las variantes a las que puede llegar el pensamiento burgués son infinitas. Infinitas sus posibilidades de combinación, pero finitos los ingredientes a partir de los cuales han sido formuladas la teoría y la proposición programática; y, lo que hoy me preocupa, agotadas. Porque si sus combinaciones pueden hacerse en un espacio imaginario (sea Madrid o un relato), su finitud y su agotamiento eclosionan en un espacio histórico concreto: la Argentina actual.
Es por eso que estos grandes símbolos que son Borges y Perón ya no constituyen hoy (justificando, realimentando y, si puede decirse, mitificando) sino un movimiento circular, del que por cierto no se escapará utilizando los recursos del collage.

1 comentario:

  1. karlos: que orgullo leerte en este hermoso blog, siempre estas en mi recuerdo, y claro, cuando murio david me acorde de esos (nosotros)irreverentes estudiantes del joaquin...
    un abrazo enorme, Ricardo Devito

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